Los españoles tomamos de media 9,8 gramos de sal al día, según el Libro Blanco de la Nutrición de la Federación Española de Nutrición (FEN). Esta cantidad es prácticamente el doble que los 5 gramos (una cucharada sopera) que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Un estudio realizado por la Asociación Americana del Corazón calcula que 2,3 millones de personas mueren al año en el mundo por complicaciones relacionadas con la ingesta excesiva de sodio. Según estudios, en España hay unos ocho millones de hipertensos, que son ocho millones de candidatos a tomar menos sal, algo que se vuelve complicado al ser el segundo país de Europa en consumo de este producto.
Esta situación es todo un problema de salud pública. Por una vez, el riesgo no está en la obesidad, ya que la afirmación de que la sal engorda es un “mito”. La causa es otra: la sal lleva a la hipertensión, y este a las enfermedades cardiovasculares, y estas a su vez, a un gran porcentaje de muertes sino conseguimos cambiar nuestros hábitos. Se estima que la reducción del consumo de sal a los niveles recomendados por la OMS podría evitar cada año 20.000 accidentes cerebrovasculares y 30.000 eventos cardíacos.
Cada vez es más difícil conseguir un consumo aceptable, ya que el 72% de la sal se consume a través de las comidas preparadas, es decir no es la sal que le echamos a la ensalada o a la pasta, sino alimentos en los que es muy complicados de controlar las cantidades añadidas en su preparación.
El problema no es nuevo, pero según señalan diversos cardiólogos “falta concienciación”; por lo que la reducción del consumo de sal se ha convertido con el tiempo en un objetivo prioritario dentro de la Estrategia Naos, debido a que la sal es un alimento de consumo diario en nuestra dieta, y a que su ingesta excesiva está relacionada con diversas enfermedades.
Esta estrategia Naos (nutrición, actividad física, obesidad y sedentarismo) puesta en marcha en 2005 desde el Ministerio de Sanidad y Consumo, a través de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN); cuenta ya con casi 10 años; pero sus logros no son todo lo buenos que se esperaba. Se basa en una reducción voluntaria por parte de cada industria de casi el 100% del contenido de sal añadida en productos preparados, desde bebidas a congelados o pan, y por ello las patronales del sector firmaron los acuerdos correspondientes; aunque en mi opinión no creo que se esté cumpliendo del todo ya que las compañías no tienen como prioridad la salud, sino vender, y si la población pide productos con sal, es lo que les dan.
Cuando se lanzó la iniciativa Naos, ese era el enfoque: que el autocontrol llevara a la reducción de sal, presentando ante las industrias la relación entre el excesivo consumo de sal y la hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular, osteoporosis, litiasis renal y cáncer gástrico.
Cuando se lanzó la iniciativa Naos, ese era el enfoque: que el autocontrol llevara a la reducción de sal, presentando ante las industrias la relación entre el excesivo consumo de sal y la hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular, osteoporosis, litiasis renal y cáncer gástrico.
Por todo lo anterior, el personal involucrado en la salud o en la nutrición, deberemos tener como objetivo sensibilizar a la población para conseguir impulsar todas las iniciativas que contribuyan a lograr que los ciudadanos, y especialmente los niños y jóvenes, adopten hábitos de vida saludables, principalmente a través de una correcta alimentación y de la práctica regular de actividad física.
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