sábado, 17 de mayo de 2014

¿Dietas cetogénicas para perder peso?

                En el artículo anterior  hemos tratado las dietas cetogénicas y lo que, según un estudio de la universidad de Oslo, producen en nuestro organismo; pero aun así las dietas cetogénicas se vienen empleando desde hace décadas con el fin de perder peso y, si bien es cierto que conducen a una bajada del mismo, presentan múltiples efectos negativos para nuestra salud, por lo que no son dietas recomendables para adelgazar, aunque sean las más recomendadas en gimnasios (donde son conocidas como "descarga de hidratos", la cual alternan con la "recarga") y herbolarios con poca idea sobre dietética y nutrición. Algunos ejemplos que podemos encontrar son:  "La Dieta de los 30 Días", "Dieta cetogénica para pacientes con cáncer"...


        A diferencia de una dieta hipocalórica equilibrada, con un bajo contenido en grasas (que sería la adecuada si nuestro objetivo es bajar de peso); las dietas cetogénicas generan una exagerada movilización proteica-lipídica, una pérdida importante de masa magra (si la dieta cetogénica se alarga más tiempo de lo recomendado) y un aumento de los niveles de ácido úrico, lo que incrementa el riesgo de sufrir enfermedades como la gota o incluso cálculos renales. Además, al ser ricas en grasas saturadas y colesterol, aumentan el riesgo aterosclerótico, tal y como se ha demostrado en el estudio expuesto en la entrada anterior.

Igualmente, este tipo de dietas provoca la movilización del calcio óseo, favoreciendo la aparición de osteoporosis, además de conducir a la aparición de estreñimiento severo (al ser bajas en fibra), causa deshidratación por la formación de cuerpos cetónicos, aparece un fuerte mal aliento (se recomienda beber mucha agua para reducir este efecto secundario), en algunas personas pueden aparecer náuseas, dolores de cabeza, vómitos, fatiga física...

      Al eliminar los alimentos ricos en carbohidratos, que contienen determinadas vitaminas y minerales, podemos ocasionar también importantes deficiencias de algunos micronutrientes.

         Aunque la reducción de peso que se produce con este tipo de dietas parece ser importante durante los tres y los seis primeros meses de tratamiento, las diferencias que pueden existir con una dieta hipocalórica convencional baja en grasas se pierden a partir de los doce meses de su seguimiento, ya que el peso comienza a estancarse, por lo que, a largo plazo, tampoco representan una ventaja en este sentido, además del comienzo de la aparición de problemas serios en nuestra salud.



Una dieta hipocalórica convencional, variada (que incluya todos los alimentos) y equilibrada, con una cantidad adecuada de los nutrientes energéticos (proteínas, grasas e hidratos de carbono), en la que se reduzcan las raciones consumidas, pero se mantengan las proporciones adecuadas de dichos nutrientes, acompañada de ejercicio físico, es la forma más saludable de perder peso.

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