Para entender este nuevo artículo debemos tener claro que
el perfil calórico aconsejado en una dieta sana y equilibrada se compone de un 10-15% de la energía total en forma de
proteínas, un 20-35% en forma de grasas y más del 50% en forma de hidratos de
carbono, por lo que, los cereales (pan, pasta, arroz…) y las legumbres,
alimentos con un alto contenido en carbohidratos, deben constituir la base de
nuestra dieta diaria.
Si analizamos un poco la dieta baja en carbohidratos
descubrimos que se corresponde con las
denominadas dietas cetogénicas, llamadas así por los
cuerpos cetónicos que producen; en este tipo de dietas se reduce el contenido en hidratos de carbono, a
la vez que se aumenta, de forma proporcional, el aporte de proteínas, y
especialmente el de grasas, para compensar la disminución de los hidratos de
carbono.
En este tipo de dietas,
se consumen, casi de forma exclusiva,
carnes rojas, embutidos, pescados, quesos, huevos y grasas diversas, dejando un
mínimo consumo de frutas y verduras y quedando totalmente prohibidos los
alimentos como el pan, la pasta, el arroz, las legumbres, la leche, el azúcar…
Según un estudio realizado en Noruega, por la Universidad de
Oslo, este tipo de dietas producen un aumento
de los niveles de colesterol en sangre.
El citado estudio se llevó a
cabo en un grupo de mujeres completamente sanas con normopeso (peso normal de
una persona respecto a su estatura, o lo que es lo mismo, los valores
comprendidos en el grupo de “normalidad” del Índice de Masa Corporal (IMC) del
cual ya hemos hablado en anteriores entradas); a las que se administró, durante cuatro
semanas, una dieta normocalórica (dieta que aporta las calorías que satisfacen
las necesidades de la persona) con un bajo contenido en hidratos de carbono
(20-25 g/día).
El perfil calórico de la dieta suministrada fue
del 2-5% de la energía total en forma de hidratos de carbono (frente a los +50%
recomendado); un 19-31% en forma de proteínas (frente al 10-15% recomendado); mientras
que el 67-78% de la energía total fue suministrada en forma de grasas (frente
al 25-30% recomendado). En cuanto a las grasas, el 32% de la energía total
fueron grasas saturadas, el 25% las monoinsaturadas y el 9% las poliinsaturadas.
La ingesta de colesterol de la dieta baja en hidratos de carbono contenía una
media de 11,53 mg de colesterol y 9 g de fibra dietética.
Los regímenes analizados no solo se caracterizan por la
notada deficiencia de hidratos de carbono, sino por ser ricos en grasas y proteínas, por lo que aumentan de forma considerable los niveles de colesterol total y de LDL
(“colesterol malo”) en mujeres sanas con normopeso, dando lugar a un aumento de
riesgo cardiovascular.
Se recogieron datos de peso de todas y cada una
de las participantes y se realizó un análisis de sangre, antes y después de la
intervención dietética; los datos obtenidos fueron los siguientes:
Las cifras medias de colesterol en sangre al inicio del estudio fueron
de 158,51 mg/dL y de LDL-Colesterol, de 85,07 mg/dL,
pasando, tras la realización de la dieta baja en hidratos de carbono, a 201,03 mg/dL y 119,88 mg/dL, respectivamente,
con un incremento porcentual en las cifras de colesterol total de un 33% y en las de la fracción
LDL-Colesterol de un 41%
Gran parte de la población escoge este tipo de dietas para
bajar de peso, pero como hemos podido ver a partir de este artículo están en el
camino equivocado, ya que lo que conseguirán, en gran medida, será el aumento
del colesterol, y por lo tanto el aumento de problemas cardiovasculares.
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