sábado, 14 de marzo de 2015

Prevención del Riesgo Cardiovascular





      Las enfermedades cardiovasculares (ECV), son aquellas relacionadas con el corazón y los vasos sanguíneos.





Entre las más comunes tenemos:

  • La cardiopatía coronaria: enfermedad de los vasos sanguíneos que irrigan el músculo cardiaco.
  • Las enfermedades cerebrovasculares: enfermedades de los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro.
  • Las arteriopatías periféricas: enfermedades de los vasos sanguíneos que irrigan los miembros superiores e inferiores.
  • La cardiopatía reumática: lesiones del miocardio y de las válvulas cardíacas debidas a la fiebre reumática, una enfermedad causada por bacterias denominadas estreptococos.
  • Las cardiopatías congénitas: malformaciones del corazón presentes desde el nacimiento.
  • Las trombosis venosas profundas y embolias pulmonares: coágulos de sangre en las venas de las piernas, que pueden desprenderse y alojarse en los vasos del corazón y los pulmones.


      Los ataques al corazón y los accidentes vasculares cerebrales (AVC) suelen ser fenómenos agudos que se deben sobre todo a obstrucciones que impiden que la sangre fluya hacia el corazón o el cerebro; la causa más frecuente es la formación de depósitos de grasa en las paredes de los vasos sanguíneos que irrigan el corazón o el cerebro. 

¿Cuáles son los síntomas comunes de las enfermedades cardiovasculares?

         Esta patología a menudo no suele presentar síntomas, y su primera manifestación puede ser un ataque al corazón o un AVC (Accidentes Vasculares Cerebrales). 

       Los síntomas del ataque al corazón consisten en: Dificultad para respirar, náuseas y vómitos, dolor o molestias en el pecho, en los brazos, hombro izquierdo, mandíbula o espalda.

       El síntoma más común del AVC es la pérdida súbita, generalmente unilateral, de fuerza muscular en los brazos, piernas o cara.


Principales factores de riesgo cardiovasculares

     La presión arterial alta aumenta el riesgo de tener enfermedades del corazón, derrames cerebrales, problemas oculares, renales y enfermedades del sistema nervioso.


        Las personas hipertensas que además suelen tener problemas de sobrepeso, fuman o cuentan con unos niveles elevados de colesterol en sangre, por lo que tienen un riesgo mucho mayor de sufrir una enfermedad del corazón o un accidente cerebrovascular.

    La prevalencia de hipertensión arterial (HTA) en la población de 35 a 64 años es de aproximadamente un 45%; estos datos aumentan hasta el 68% en los pacientes de 60 años o más, los cuales tienen cifras de PA ≥140 y/o 90 mm Hg.

      Controlando adecuadamente la hipertensión arterial se podría prevenir, el 20% de la mortalidad coronaria y el 24% de la cerebrovascular en España.


       Uno de los principales factores de riesgo cardiovascular es la hipercolesterolemia o colesterol elevado. Cuando la sangre contiene demasiadas lipoproteínas de baja densidad (LDL o «colesterol malo»), éstas comienzan a acumularse sobre las paredes arteriales, formando una placa e iniciando así el proceso de la enfermedad denominada arterioesclerosis.



     Los problemas del corazón son la principal causa de muerte entre diabéticos, especialmente aquellos que sufren de diabetes tipo II (diabetes no insulinodependiente).
     Las enfermedades cardiovasculares son la principal complicación de la diabetes tipo 2 y son responsables de más del 50% de las muertes en personas con diabetes, así como de una importante morbilidad y de la pérdida de calidad de vida.



       Contar con un peso inadecuado y excesivo puede elevar los niveles de colesterol total, causando a su vez hipertensión, aumentando así el riesgo de enfermedad arterial coronaria.

    La obesidad aumenta las probabilidades de adquirir otros factores de riesgo cardiovascular, especialmente hipertensión, niveles elevados de colesterol en sangre y padecer diabetes.


     El tabaco eleva en gran medida el riesgo de enfermedad cardiovascular y de enfermedad vascular periférica (enfermedad de los vasos sanguíneos que riegan los brazos y las piernas).


     Fumar también aumenta la presión arterial, lo cual a su vez aumenta el riesgo de un ataque cerebral en personas que sufren de hipertensión. Aunque la nicotina es el agente activo principal del humo del tabaco, otros compuestos y sustancias químicas, tales como el alquitrán y el monóxido de carbono contribuyen a la acumulación de placa grasa en las arterias, posiblemente por lesionar las paredes de los vasos sanguíneos. También afectan al colesterol y a los niveles de fibrinógeno (un coagulante sanguíneo), aumentando así el riesgo de que se forme un coágulo sanguíneo que pueda provocar un ataque al corazón.


        La inactividad física produce un aumento del riesgo de sufrir un ataque al corazón que las personas que hacen ejercicio regular.


       El ejercicio quema calorías, ayuda a controlar los niveles de colesterol y la diabetes, y disminuye la presión arterial; contribuyendo también a fortalecer el músculo cardíaco y haciendo más flexibles las arterias.


       El contar con antecedentes familiares relacionados con enfermedades del sistema circulatorio supone tener un mayor riesgo cardiovascular.

      La edad también influye en el riesgo cardiovascular; las personas mayores tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades del corazón. Aproximadamente 4 de cada 5 muertes debidas a una enfermedad cardíaca se producen en personas mayores de 65 años de edad.


Recomendaciones para prevención y control de enfermedad cardiovascular

      En estas patologías el objetivo fundamental de la alimentación es el de prevenir la enfermedad cardiovascular, a través de ir reduciendo todos los factores de riesgo que se puedan.

       La alimentación, dentro de un cambio del estilo de vida, influye de modo muy significativo sobre todos los factores de riesgo cardiovascular modificables: hipertensión arterial, diabetes mellitus, obesidad… entre otros.

Alimentación:

      Las grasas deben suponer el 30-35% de la energía total consumida diariamente, repartidas así: grasas saturadas menos del 10%, grasas poliinsaturadas entre el 7% y el 10%, y grasas monoinsaturadas entre el 15 y el 20%. Las grasas trans deberán ser menos del 2% de las grasas.

     El colesterol de la dieta no debe sobrepasar los 300 mg/día, preferiblemente 200 mg/día. Los hidratos de carbono serán el 45-50% de la energía. Y las proteínas un 15%.

     Las grasas, los hidratos de carbono y las proteínas son los nutrientes que aportan las calorías, por lo que se ajustarán para mantener el peso ideal.

     Se recomendará reducir la ingesta de sal, especialmente en los caso de individuos hipertensos: es suficiente eliminando el salero de mesa y no consumiendo alimentos muy ricos en sal (salazones, jamones, embutidos en general, pan y galletas con sal, patatas fritas, alimentos enlatados).

     Consumir pescado (especialmente azul) al menos dos o tres veces por semana. Disminuir las carnes rojas; eligiendo aves y conejo. Reducir los embutidos y otros productos cárnicos no elaborados en casa (hamburguesas, salchichas, albóndigas). Limitar el consumo de helados, bollería industrial, pastelería industrial, golosinas y dulces, snacks, refrescos azucarados, etc.

      Consumir 5 raciones de frutas y verduras al día; y, a ser posible, que sean variadas.
Incluir las legumbres, los cereales integrales y las pastas integrales en el consumo con una frecuencia de varias veces a la semana.

       Los lácteos y derivados son necesarios pero deben ser productos desnatados o semidesnatados. Los huevos no están prohibidos; 3 a la semana es un consumo correcto.

Ejercicio físico:

    La actividad física, practicada de forma regular y con intensidad moderada, es un elemento fundamental para equilibrar el balance energético y mantener el peso, tal como ya hemos explicado anteriormente.

Tabaco:


Dejar de fumar debe ser uno de los objetivos para mejorar la salud cardiovascular de los individuos.


Como conclusión vemos que las recomendaciones para prevenir las enfermedades cardiovasculares deben incluir varios aspectos: modificar las pautas de alimentación, hacer ejercicio físico, abstención del tabaco y moderación de las calorías consumidas.

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