Las enfermedades cardiovasculares (ECV), son aquellas relacionadas
con el corazón y los vasos sanguíneos.
Entre las más comunes tenemos:
- La cardiopatía coronaria: enfermedad de los vasos sanguíneos que irrigan el músculo cardiaco.
- Las enfermedades cerebrovasculares: enfermedades de los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro.
- Las arteriopatías periféricas: enfermedades de los vasos sanguíneos que irrigan los miembros superiores e inferiores.
- La cardiopatía reumática: lesiones del miocardio y de las válvulas cardíacas debidas a la fiebre reumática, una enfermedad causada por bacterias denominadas estreptococos.
- Las cardiopatías congénitas: malformaciones del corazón presentes desde el nacimiento.
- Las trombosis venosas profundas y embolias pulmonares: coágulos de sangre en las venas de las piernas, que pueden desprenderse y alojarse en los vasos del corazón y los pulmones.
Los ataques al corazón y los accidentes vasculares
cerebrales (AVC) suelen ser fenómenos agudos que se deben sobre todo a
obstrucciones que impiden que la sangre fluya hacia el corazón o el cerebro; la causa más frecuente es la formación de depósitos de grasa en las paredes de los
vasos sanguíneos que irrigan el corazón o el cerebro.
¿Cuáles son los síntomas comunes de las enfermedades
cardiovasculares?
Esta patología a menudo no
suele presentar síntomas, y su primera manifestación puede ser un ataque al
corazón o un AVC (Accidentes Vasculares Cerebrales).
Los síntomas del ataque al
corazón consisten en: Dificultad para respirar, náuseas y vómitos, dolor o
molestias en el pecho, en los brazos, hombro izquierdo, mandíbula o espalda.
El síntoma más común del AVC es la pérdida súbita,
generalmente unilateral, de fuerza muscular en los brazos, piernas o cara.
Principales factores de riesgo cardiovasculares
La presión arterial alta aumenta el riesgo
de tener enfermedades del corazón, derrames cerebrales, problemas oculares, renales
y enfermedades del sistema nervioso.
Las personas hipertensas que además suelen tener problemas
de sobrepeso, fuman o cuentan con unos niveles elevados de colesterol en
sangre, por lo que tienen un riesgo mucho mayor de sufrir una enfermedad del
corazón o un accidente cerebrovascular.
La prevalencia de hipertensión arterial (HTA) en la población
de 35 a 64 años es de aproximadamente un 45%; estos datos
aumentan hasta el 68% en los pacientes de 60 años o más, los cuales tienen
cifras de PA ≥140 y/o 90 mm Hg.
Controlando adecuadamente la hipertensión arterial se podría
prevenir, el 20% de la mortalidad coronaria y el 24% de la cerebrovascular en
España.
Uno de los principales factores de riesgo cardiovascular es la hipercolesterolemia o colesterol elevado. Cuando la sangre contiene demasiadas lipoproteínas de
baja densidad (LDL o «colesterol malo»), éstas comienzan a acumularse sobre las
paredes arteriales, formando una placa e iniciando así el proceso de la
enfermedad denominada arterioesclerosis.
Los problemas del corazón son la principal causa de muerte
entre diabéticos, especialmente aquellos que sufren de diabetes tipo II (diabetes
no insulinodependiente).
Las enfermedades cardiovasculares son la principal
complicación de la diabetes tipo 2 y son responsables de más del 50% de las
muertes en personas con diabetes, así como de una importante morbilidad y de la
pérdida de calidad de vida.
Contar con un peso inadecuado y excesivo puede elevar los
niveles de colesterol total, causando a su vez hipertensión, aumentando así el
riesgo de enfermedad arterial coronaria.
La obesidad aumenta las probabilidades de adquirir otros
factores de riesgo cardiovascular, especialmente hipertensión, niveles elevados
de colesterol en sangre y padecer diabetes.
El tabaco eleva en gran medida el riesgo de enfermedad cardiovascular
y de enfermedad vascular periférica (enfermedad de los vasos sanguíneos que
riegan los brazos y las piernas).
Fumar también aumenta la presión arterial, lo cual a su vez
aumenta el riesgo de un ataque cerebral en personas que sufren de hipertensión.
Aunque la nicotina es el agente activo principal del humo del tabaco, otros
compuestos y sustancias químicas, tales como el alquitrán y el monóxido de
carbono contribuyen a la acumulación de placa grasa en las arterias,
posiblemente por lesionar las paredes de los vasos sanguíneos. También afectan
al colesterol y a los niveles de fibrinógeno (un coagulante sanguíneo),
aumentando así el riesgo de que se forme un coágulo sanguíneo que pueda
provocar un ataque al corazón.
La inactividad física produce un aumento del riesgo de sufrir un
ataque al corazón que las personas que hacen ejercicio regular.
El ejercicio quema calorías, ayuda a controlar los niveles
de colesterol y la diabetes, y disminuye la presión arterial; contribuyendo también
a fortalecer el músculo cardíaco y haciendo más flexibles las arterias.
El contar con antecedentes familiares relacionados con enfermedades del sistema
circulatorio supone tener un mayor riesgo cardiovascular.
La edad también influye en el riesgo cardiovascular; las personas mayores tienen un mayor riesgo de sufrir
enfermedades del corazón. Aproximadamente 4 de cada 5 muertes debidas a una
enfermedad cardíaca se producen en personas mayores de 65 años de edad.
Recomendaciones para prevención y control de enfermedad
cardiovascular
En estas patologías el objetivo fundamental de la
alimentación es el de prevenir la enfermedad cardiovascular, a través de ir
reduciendo todos los factores de riesgo que se puedan.
La alimentación, dentro de un cambio del estilo de vida,
influye de modo muy significativo sobre todos los factores de riesgo
cardiovascular modificables: hipertensión arterial, diabetes mellitus, obesidad…
entre otros.
Alimentación:
Las grasas deben suponer el 30-35% de la energía total
consumida diariamente, repartidas así: grasas saturadas menos del 10%, grasas
poliinsaturadas entre el 7% y el 10%, y grasas monoinsaturadas entre el 15 y el
20%. Las grasas trans deberán ser menos del 2% de las grasas.
El colesterol de la dieta no debe sobrepasar los 300 mg/día,
preferiblemente 200 mg/día. Los hidratos de carbono serán el 45-50% de la energía. Y las proteínas un 15%.
Las grasas, los hidratos de carbono y las proteínas son los
nutrientes que aportan las calorías, por lo que se ajustarán para mantener el
peso ideal.
Se recomendará reducir la ingesta de sal, especialmente en los
caso de individuos hipertensos: es suficiente eliminando el salero de mesa y no
consumiendo alimentos muy ricos en sal (salazones, jamones, embutidos en
general, pan y galletas con sal, patatas fritas, alimentos enlatados).
Consumir pescado (especialmente azul) al menos dos o tres
veces por semana. Disminuir las carnes rojas; eligiendo aves y conejo. Reducir los embutidos y otros productos cárnicos no
elaborados en casa (hamburguesas, salchichas, albóndigas). Limitar el consumo de helados, bollería industrial, pastelería industrial, golosinas y dulces, snacks, refrescos azucarados, etc.
Consumir 5 raciones de frutas y verduras al día; y, a ser
posible, que sean variadas.
Incluir las legumbres, los cereales integrales y las pastas
integrales en el consumo con una frecuencia de varias veces a la semana.
Los lácteos y derivados son necesarios pero deben ser
productos desnatados o semidesnatados. Los huevos no están prohibidos; 3 a la semana es un consumo
correcto.
Ejercicio físico:
La actividad física, practicada de forma regular y con
intensidad moderada, es un elemento fundamental para equilibrar el balance
energético y mantener el peso, tal como ya hemos explicado anteriormente.
Tabaco:
Dejar de fumar debe ser uno de los objetivos para mejorar la
salud cardiovascular de los individuos.
Como conclusión vemos que las recomendaciones para prevenir las enfermedades cardiovasculares deben incluir varios aspectos: modificar las pautas de alimentación, hacer ejercicio físico, abstención del tabaco y moderación de las calorías consumidas.
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